Si hay una belleza sencilla y delicada en el cielo, esa es el planeta Venus, reencarnado sin duda, de la diosa romana nombrada así en honor a Afrodita, la deidad griega que encarna la belleza femenina, la sensualidad y el amor.
Que el día de Venus sea más largo que su año (una rotación sobre su eje dura 243 días terrestres y una traslación alrededor del Sol dura 225), que carezca de satélites, o que sea el único planeta junto a Urano que rota en el sentido de las agujas del reloj (el Sol en él va de oeste a este), son una muestra de sus sensuales características.
Otros dos regalos con que la diosa de la belleza nos deleita, son su tránsito por delante del disco solar y sus fases. El primero ocurre cuando se alinea con el Sol y la Tierra. Este hecho se da por ciclos: cada 8 años, después cada 121, luego otra vez cada 8 y después cada 105. Los dos últimos tránsitos fueron en 2004 y 2012, y los siguientes tocan en 2117 y 2125. En cuanto a las fases, ocurren, al igual que las de la Luna, al orbitar entre el Sol y la Tierra. Y como no, fue el gran Galileo Galilei el que las observó por primera vez en el año 1610.
Venus es un cuerpo rocoso y tiene una masa y un tamaño similares a la Tierra (es un poco más pequeño), si bien su campo magnético es muy débil. A pesar de que es el segundo planeta más cercano al Sol, es el más caliente de todos. Los gases de su densa atmósfera (principalmente dióxido de carbono) provocan un efecto invernadero que calienta el planeta a temperaturas cercanas a los 500 ºC, provocando además un gran reflejo de la luz que lo convierte en el astro más brillante del cielo tras el Sol y la Luna.
Venus tiene la órbita más circular (o menos excéntrica) del Sistema Solar. Posee además super-rotación atmosférica, es decir, su atmósfera gira a una velocidad superior a su superficie, concretamente 60 veces más rápido. La causa de este fenómeno podría estar relacionada con su gruesa y densa atmósfera, responsable también de que su presión atmosférica sea 90 veces más alta que en la Tierra.